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Tiempos difíciles. Tributo a Dickens desde el estudio catorce

Tiempos difíciles. Tributo a Dickens desde el estudio catorce

Acaymo Viera

11/07/2023

asuntos públicos

Como si de una novela de Chales Dickens se tratara, el esperado y ansiado cara a cara entre Sánchez y Feijóo no satisfizo a nadie. Fue más un cúmulo de decepciones superpuestas, que una expresión de fuerza comunicativa. Un tiempo de discusión, más que un debate. Bronco, poco sosegado y nada efectista en términos de movilización. 

Y es que, como ocurre en las elecciones, las expectativas determinan la sensación de victoria o derrota. Unas expectativas que en el caso del PSOE se habían situado en un esperado giro de timón de la campaña y consolidación de las buenas sensaciones alcanzadas en El Hormiguero o Ana Rosa. Pero, como diría Mike Tyson “todo el mundo tiene una estrategia hasta que les meto la primera hostia”. 

Un debate mal planteado en el que el presidente del Gobierno no esperó un Feijóo con más aplomo, más sosegado y proyectando marcos comunicativos vencedores. Errático en el lanzamiento de sus disputas, poniendo en liza elementos en los que sale perdedor. Porque de nada vale sacar a la palestra significantes como el “sanchismo” o “el falcón” si no se ha realizado un “llenado” efectivo de esos conceptos y, me temo, que en dos semanas es inviable. Primero, porque tu audiencia continúa identificándolos con los elementos negativos que se encuentran en su génesis; segundo, porque el rival no te dará espacio para la resignificación. Por no hablar de… ¿un minuto de oro en negativo?

Desde el flanco derecho tampoco vimos un despliegue virtuoso de oratoria y debate. Sin embargo, consiguió superar las expectativas. Y  eso, en política, es una victoria. Durante las semanas previas habíamos visto a un PP titubeante, casi contrario a la celebración de debates, imprimiendo una imagen de constante duda sobre los dotes de su candidato. Sin embargo, la imagen de Feijóo parece más solvente que ayer. No lo será. O sí. Pero la realidad es que su imagen es más robusta. 

Con todo, debemos ser cautelosos en las conclusiones que sacamos de este debate. En lo personal, considero que la incidencia de este tipo de debates es más bien limitada. Un mito fortalecido por las conclusiones del primer debate televisado en la historia bien desgranada por Iñigo Sáenz. Y para el caso español es limitado por tres factores claves: 

  1. Queda un mundo hasta la celebración de las elecciones. Doce días de sobresaturación política en los que el debate será la prehistoria. En el mismo período, si miramos hacia atrás, María Guardiola negaba la incorporación de Vox a su gabinete y Pedro Sánchez se sentaba con Pablo Motos. Lo dicho, un mundo. 
  2. En segundo lugar, la política de nichos en las que nos encontramos inmersos, conseguirá neutralizar los posibles efectos: buscaremos aquello que más nos agrada a nuestra visión del mundo y de la política española. 
  3. Por último, el nivel de indecisión disminuye y se centra más en la competición intra-bloques que en una movilización entre las diferentes fuerzas mayoritarias. 

En términos generales ha sido, sin titubeos, un “debate” pésimo, poco productivo y alejado de estándares europeos. En lo que sí coincidieron los candidatos es en el post-debate. Una acción en las respectivas sedes de partido centrada en la búsqueda de una imagen de victoria que recordaba las noches electorales en un intento de dar el primer golpe en la valoración del debate. 

Lo de anoche, más que pensar en ganadores y perdedores, nos tendría que hacer reflexionar sobre la necesidad de regular los debates. En tiempo, en forma, pero sobre todo, en normativa y moderación.